El equipo científico descubrió que el suelo del cráter se había erosionado más de lo esperado. La erosión dejó al descubierto un cráter compuesto por rocas formadas por lava y magma, conocidas como rocas ígneas. Los científicos esperaban originalmente que las rocas sedimentarias de los lagos o deltas estuvieran sobre estas rocas ígneas. Es probable que las rocas sedimentarias, más blandas, se desgastaran a lo largo de los siglos, dejando atrás las rocas ígneas, más resistentes.
Las rocas que los científicos analizaron y almacenaron para devolverlas a la Tierra han sido alteradas por el agua, una prueba más de un pasado acuático en Marte. «Tenemos organismos en la Tierra que viven en tipos de rocas muy similares –recuerda Williams–. Y la alteración acuosa de los minerales tiene el potencial de registrar biosignaturas».
La NASA y la Agencia Espacial Europea tienen previsto devolver las muestras de roca a la Tierra en torno a 2033. El ambicioso plan requiere la construcción del primer vehículo que pueda lanzarse desde la superficie de Marte y reunirse con un orbitador que transporte las muestras de vuelta a la Tierra.
La recompensa de esta tarea será la realización de estudios muy detallados de las muestras de roca que no pueden llevarse a cabo en el rover. Estos estudios incluyen la medición de la edad de las rocas y la búsqueda de signos de vida antigua. Dado que las muestras de roca tomadas en el fondo del cráter son probablemente anteriores al delta del río, la datación de estas rocas proporcionará información importante sobre la edad del lago. «Estoy entusiasmada con lo que vendrá después», asegura Williams.