En la agresiva política comercial y de aranceles que ha lanzado Donald Trump desde su regreso a la Casa Blanca, una vieja disputa entre Estados Unidos y Europa ha resurgido: la exportación de pollo estadounidense al viejo continente.
Desde 1997, la Unión Europea (UE) -además de Reino Unido- prohibió la comercialización de carne de pollo y otras aves de corral de EE.UU. por las prácticas de producción del país norteamericano que no encajaban con los estándares de seguridad alimentaria europeos.
Desde entonces se ha mantenido la prohibición, a pesar de los cambios en las prácticas en EE.UU. y los reclamos de los productores norteamericanos para acceder al mercado europeo.
El asunto fue reflotado por el gobierno de Trump en las últimas semanas.
La lucha contra las bacterias
Como otros seres vivos de sangre caliente, las aves de corral -incluidos los pollos- pueden llegar a portar organismos bacterianos en el tracto digestivo, como Salmonella y Campylobacter.
Los criadores de pollo enfrentan el problema de la contaminación de las aves por esas bacterias y otros microorganismos, que pueden causar contaminación cruzada cuando al pollo se le quitan las vísceras (aunque también las bacterias pueden estar presentes en otros lugares de forma natural, como los folículos de las alas o en huesos y cartílagos).
Para combatir la presencia de estas bacterias, los productores pueden emplear diversos métodos de prevención o desinfección, como vacunas o adyuvantes, que son ingredientes o compuestos diseñados químicamente para ayudar al combate de patógenos.
«En la UE se enfocan en la etapa precosecha, cuando el animal está vivo y realizan intervenciones como la vacunación de los animales o el suministro de aditivos naturales en los alimentos. Y en EE.UU. se enfocan en el aspecto postcosecha», explica a BBC Mundo el profesor Byron Chaves, un experto en alimentos de la Universidad de Nebraska-Lincoln (EE.UU.).
Los productores de pollo estadounidenses por lo general previenen de la presencia de bacterias en el pollo sacrificado a través de métodos como el rociado de los animales con fórmulas que, en términos coloquiales, «bañan» al producto para desinfectarlo.
La vieja disputa del «pollo clorado»
La industria del pollo en EE.UU. ha mantenido diversas prácticas que han ido cambiando a lo largo de las décadas. La que generó la disputa más antigua con Europa es la del baño del pollo en una sustancia a base de cloro, algo que era usual entre los productores estadounidenses en la década de 1990.
Luego de su sacrificio y de la retirada de las vísceras, los pollos solían ser rociados con la fórmula clorada para asegurar la eliminación de las posibles bacterias que hubiera en su carne.
En 1997 las autoridades sanitarias europeas emitieron lineamientos que prohibían el uso de este método, ya que consideraban que recurrir a un enjuague con cloro de la carne del animal sacrificado podía ser una forma de compensar malos estándares de higiene durante todas las etapas del proceso de producción, como los mataderos sucios o abarrotados.
Un estudio de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria sugiere que los beneficios para la salud pública de controlar los patógenos en toda la cadena de producción del pollo son mayores que los de hacerlo al final, aunque resulte más caro.
La importación en América Latina
Mientras la disputa entre Estados Unidos y Europa ha mantenido fuera al pollo estadounidense de los mercados del viejo continente, la industria norteamericana sí ha podido acceder a algunos mercados de América Latina.
Según las cifras del Departamento de Agricultura de EE.UU. (2024), México es el principal destino no solo en Latinoamérica, sino a nivel mundial, de carne y productos avícolas (excepto los huevos) estadounidenses con importaciones por un valor de unos US$1.500 millones.
Los lineamientos actuales de México solo restringen el pollo de EE.UU. de regiones o condados que estén bajo alerta por la gripe aviar, indica la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios del país.
Cuba es otro gran consumidor de pollo estadounidense, con importaciones que ascienden a US$262 millones. Las aves, de hecho, representan el 80% de las importaciones de productos agrícolas del país norteamericano, que tienen algunas excepciones al embargo económico impuesto la isla desde la década de 1960.
Otros países de la región que importan pollo estadounidense son Guatemala, República Dominicana, Colombia, Costa Rica, Perú, Chile, Panamá, Honduras y El Salvador.
Brasil, al ser el mayor exportador de pollo del mundo, también tiene una gran penetración en los mercados de América Latina. Con excepción de México, la mayoría de los países de la región importan más pollo brasileño que estadounidense.
Para Chaves, cada gobierno «tiene que hacer lo que sea favorable para sus consumidores», aunque sostiene que la ciencia alrededor de la industria avícola ha demostrado que la presencia de agentes bacterianos que causan enfermedades no está exenta en ninguna práctica.
«Si Europa no quiere que haya exposición a este pollo y carnes con adyuvantes es aceptable y respetable. Pero eso no significa que se enfermen menos o que no haya incidencia de microbios asociados con el pollo y otros productos cárnicos».
FUENTE: BBC NEWS